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BRASIL
Maria Valéria Rezende es religiosa de Nuestra Señora, educadora social, escritora portuguesa reconocida

Escribo para dar testimonio

  Scrivo per testimoniare  DCM-005
30 abril 2022

Artículo publicado en el número de marzo de 2020

Atormentada, a veces un poco severa, como la monja Luke de “Historia de una monja”, interpretada por una magistral Audrey Hepburn. O ingenua, casi inconsciente y ajena a las “cosas del mundo”. Una mezcla entre sor Angela alias Deborah Kerr de “Solo Dios lo sabe” y la madre superiora de “Ángeles rebeldes”. Años y años de películas ambientadas en monasterios de pasillos oscuros –poblados de intrigas, santurronas y mujeres inocentonas– cosieron una camisa de fuerza incómoda a quienes eligen la vida religiosa. A menudo con las mejores intenciones.

El “vestido de la monjita” lo llama Maria Valéria Rezende, de la congregación de Nuestra Señora, canónica de San Agustín desde hace 54 años, así como educadora popular y escritora premiada en varias ocasiones, entre las más populares de Brasil. «Quienes confeccionaron el traje a medida de la monja convencional –hecho de convento, hábito y secretos– fueron, inicialmente, los cotilleos de las chicas sobre las monjas de los colegios en los que estudiaban. El cine –y un poco también la literatura–, con su pasión por los escándalos eclesiásticos, lo ha rematado. Por suerte, este imaginario tiene poco que ver con las religiosas de carne y hueso», explica la freira (monja en portugués), nacida en Santos, el puerto principal del Gigante del Sur, hace 77 años. Ciudad que dejó a los 18 años para emprender la experiencia misionera que llevó a Valéria a enseñar en los rincones más impensables de los cinco continentes. Desde Angola a Timor oriental hasta Cuba, donde vivía cerca del Nobel Gabriel García Márquez, con quien solía tomar café.

«El siglo XX ha ofrecido posibilidades impensables a las mujeres. Se supone, por tanto, que quien elige vida religiosa, lo hace no para aprovecharse, por falta de inteligencia o de valentía o deseo de involucrarse. Cualidades, sin embargo, indispensables para emprender la vida misionera. En los siglos pasados, además, las monjas eran las mujeres con más cultura: leían, escribían, conocían el latín. América Latina tiene una larga historia de monjas-literatas, entre las cuales la mejor poetisa del barroco hispanoamericano: la mexicana Juana Inés de la Cruz».

De esta tradición forma parte plenamente Valéria Rezende, autora de “Carta à reinha louca”, “Quarenta dias”, ganadora del premio Jabuti, y “Outros cantos” que ha obtenido el prestigioso reconocimiento Casa de las Américas. «He tenido el privilegio de nacer en una familia llena de literatos. Escribir, por tanto, para mí es un hecho natural. Siempre lo he hecho, por placer personal o como servicio para la educación popular a la que he dedicado mi vida». Sin embargo, como educadora social, la religiosa ha vivido en lugares remotos, fuera de los círculos literarios. A menudo no había ni siquiera una librería donde comprar los textos y Valeria estaba obligada a crear las propias lecturas. La freira, por tanto, se convirtió en escritora profesional después de los 60. «Casi por casualidad, precisamente en el momento en el que la vejez empezaba a hacerme más difícil el “trabajo en el terreno”. Descubrí así una nueva forma de “misión”, compatible con las rabietas de una edad que avanza, mientras la salud disminuye». Compromiso que Valéria lleva adelante con el mismo carisma de siempre. «El de mi congregación: ser levadura en la masa, en el respeto de la fe de cada uno, esforzándome por encarnar los valores evangélicos en las relaciones humanas de todos los días. No escribo para convertir o para los convertidos: solo para testimoniar lo que he visto y veo. Durante décadas he estado inmersa en las vidas del pueblo “invisible”: los más pobres y excluidos, los diferentes, los marginados. Ahora, en mis novelas, hablo de ellos, sin “sermones” o juicios, para que sean “visibles”, también para quien no quiere o no sabe ver».

Para sor Rezende, la relación con el mundo es esencial. «Ser monja implica un compromiso radical con el Evangelio, en su forma más pura, es decir el servicio al “más pequeño de mis hermanos”, como decía Jesús. Nuestro lugar no está dentro de las sacristías, haciendo de ayudantes del clero. Por tal razón, es fundamental conocer la realidad, en todos sus aspectos».

En este sentido, la literatura laica puede ser un buen aliado en la formación de las religiosas. «Los conocimientos bíblicos y teológicos son fundamentales, pero no son suficientes. Las novelas, las historias, la poesía ayudan a comprender mejor a los seres humanos. Gracias a Dios, mis profesores lo habían comprendido y siempre me estimularon a leer». En el fondo, concluye sor Valeria, escritora y monja se parecen. “Para ambas, el peor defecto es la vanidad. Mientras que la mejor cualidad –diría la indispensable–, es ser capaces de sentir empatía y misericordia en relación con el otro”.

de Lucia Capuzzi
Periodista de “Avvenire”