· Ciudad del Vaticano ·

El coraje de cruzar el umbral

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10 enero 2025

“Vengan, Jesús es la Puerta de la paz”, exclamó el Papa Francisco en su mensaje navideño Urbi et Orbi. Y añadió: “Con frecuencia nos detenemos en el umbral; no tenemos el valor para atravesarlo, porque nos interpela. Entrar por la Puerta requiere el sacrificio de dar un paso adelante, de dejar atrás contiendas y divisiones, para abandonarnos en los brazos abiertos del Niño que es el Príncipe de la paz. En esta Navidad, inicio del Año jubilar, invito a todas las personas, a todos los pueblos y naciones a armarse de valor para cruzar la Puerta, a hacerse peregrinos de esperanza, a silenciar las armas y superar las divisiones”.

Palabras sencillas, directas, inequívocas. Por la puerta sólo pueden entrar personas desarmadas. Pero el hombre mantiene sus armas cerca, le dan seguridad, le hacen sentir fuerte. Calman ilusoriamente sus miedos. Los miedos siempre están en plural, la esperanza es una y nos une. Cruzar el umbral significa también abandonar el politeísmo de los miedos para abrazar el monoteísmo de la esperanza. El poeta Gianni Rodari, que escribía para niños como todos los poetas, se preguntó y nos pregunta: «Explicadme, entonces, / en prosa o en versos, / por qué el cielo es uno solo / y la tierra está toda hecha pedazos».

El Papa sabe, lo viene diciendo desde hace casi doce años, que hay que rezar y vivir para traer un pedacito de cielo a esta tierra desgarrada.

Para ello es necesario ese pequeño paso, ese “dar un paso para algo tan grande”. Se necesita coraje, ante todo para permanecer en el umbral. Si nos quedamos ahí, en el umbral, podremos cruzarlo. El problema es que muchas veces preferimos quedarnos en otro lugar.

En la Biblia leemos el hermoso episodio de Abraham que, en la encina de Mamre, advierte la llegada del Señor y va a su encuentro. Abraham estaba en el umbral, señala el texto. No estaba dentro de la tienda ni en el desierto. En el desierto se habría perdido, extraviado, desorientado; dentro de la tienda, por el contrario, habría estado demasiado “orientado”, asentado, entumecido por sus propios hábitos y comodidades. Aquí nos salva el ejemplo de los pastores que el Papa indicó en la homilía de Nochebuena: “Aprendamos del ejemplo de los pastores, la esperanza que nace en esta noche no tolera la indolencia del sedentario ni la pereza de quien se acomoda en su propio bienestar, y muchos de nosotros, tenemos el peligro de acomodarnos en nuestro propio bienestar”. Volver a ser como los pastores, inquietos, pobres y libres. Esto nos ayudará a situarnos en el umbral que es el lugar de la inquietud, la libertad y la esperanza. Y cruzarlo.

Andrea Monda