El Cardenal Secretario Especial del Sínodo para la Amazonia presenta la exhortación que el Papa terminó en diciembre pasado y que se publicó el miércoles 12. Contiene cuatro grandes “sueños” de Francisco para la región, incluyendo el de una Iglesia misionera con rostro amazónico.
“El destino de la Amazonia nos afecta a todos, porque todo está conectado y la salvación de esta región y sus pueblos originarios es fundamental para el mundo entero”. En esta entrevista con los medios de comunicación del Vaticano, el cardenal Michael Czerny, Secretario Especial del Sínodo para la Amazonia, presenta los principales contenidos del texto de Francisco.
Eminencia, antes que nada unas palabras sobre el momento de la publicación de este texto por el Papa, que de alguna manera lo había anunciado para finales de año. ¿Hubo algún retraso respecto a las previsiones?
El Santo Padre, en el discurso de clausura del Sínodo, había dicho: “Una palabra del Papa sobre lo que experimentó en el Sínodo puede hacer el bien. Me gustaría decirlo antes de que termine el año, para que no pase mucho tiempo”. De hecho esto fue así, porque Francisco, cumpliendo lo prometido, entregó el texto definitivo de su exhortación post-sinodal el 27 de diciembre pasado, es decir, antes de finales de 2019. Luego hay momentos posteriores e inevitables: el documento ha sido releído, preparado, traducido a los diferentes idiomas y ahora, finalmente, es publicado.
¿Cuál es, en su opinión, el corazón del mensaje de la exhortación?
El corazón de la exhortación es el amor del Papa por la Amazonia y las consecuencias de ese amor: un cambio en la manera común de pensar sobre la relación entre la riqueza y la pobreza, entre desarrollo y protección, entre la defensa de las raíces culturales y la apertura al otro. El Papa nos propone las “resonancias” que provocaron en él el trabajo sinodal. Y lo hace bajo la forma de cuatro “grandes sueños”. Francisco sueña para la Amazonia con un compromiso de todos en la defensa de los derechos de los más pobres, de los pueblos originarios, de los últimos. Sueña con una Amazonia que preserve su riqueza cultural. Su sueño ecológico es el de una Amazonia que preserve su vida desbordante. Y, finalmente, sueña con comunidades cristianas capaces de encarnarse en la Amazonia y de construir una Iglesia con rostro amazónico. Personalmente me llamó la atención la abundancia de citas poéticas y referencias a Papas anteriores.
¿El “sueño” no corre el riesgo de aparecer en una perspectiva etérea proyectada en un futuro indefinido?
No para el Papa Francisco. Me gustaría recordar las palabras que pronunció en el diálogo con los jóvenes en el Circo Máximo el 11 de agosto de 2018: “Los sueños son importantes. Mantienen nuestra mirada amplia, nos ayudan a abrazar el horizonte, a cultivar la esperanza en cada acción diaria... Los sueños te despiertan, te llevan más allá, son las estrellas más brillantes, las que indican un camino diferente para la humanidad... La Biblia nos dice que los grandes sueños son aquellos capaces de ser fecundos”. Así que, para responder a su pregunta, creo que esta mirada y esta perspectiva son exactamente lo contrario de una perspectiva etérea o utópica. Aquí el sueño es la indicación de un camino que toda la Iglesia tiene que tomar. Su belleza radica precisamente en ver un horizonte, y no en dictar una serie de preceptos. Ninguna declaración de amor tiene la forma de un contrato o de un libro de recetas. En el primer capítulo, el dedicado al sueño social, Francisco, mirando la devastación ambiental de la Amazonia y las amenazas a la dignidad humana de sus pueblos, ya denunciadas por Benedicto xvi, invita a indignarse. Dice que “es necesario indignarse” porque “no es sano que nos habituemos al mal”. Nos invita a construir redes de solidaridad y desarrollo que vayan más allá de las diferentes mentalidades coloniales. Nos invita a buscar alternativas de crianza y agricultura sostenibles, de energías que no contaminen, de recursos laborales que no conduzcan a la destrucción del medioambiente y de las culturas. En resumen, los “grandes sueños” sirven para no dejarnos anestesiar, sino que se nutren de un compromiso concreto y cotidiano.
¿Qué significa, concretamente “promover” la Amazonia, como leemos en el texto de la exhortación?
Promover la Amazonia, como explica el Papa, significa actuar de modo que dé lo mejor de sí misma. Significa no colonizarla, no saquearla con políticas mineras tremendas que destruyen el medioambiente y amenazan a los pueblos indígenas. Eso sí, sin correr el riesgo de mitificar las culturas indígenas, de excluir a priori el mestizaje o de caer en el conservacionismo “que se preocupa del bioma pero ignora a los pueblos amazónicos”. La identidad y el diálogo son dos palabras clave, y Francisco explica que no se oponen en absoluto. El cuidado de los valores culturales de los pueblos indígenas nos concierne a todos: debemos sentirnos corresponsables de la diversidad de sus culturas. De las páginas de la exhortación surge también con gran claridad la perspectiva cristiana, que se aleja tanto de un indigenismo cerrado como de un ambientalismo que considera al ser humano como la ruina del planeta. Y propone una audacia misionera: hablar de Jesús y acercar a los demás su propuesta de vida nueva: Vida para el hombre, para todos y cada uno, guardián de la creación, en relación con Dios Creador y con los hermanos.
¿Por qué deberíamos preocuparnos tanto por el destino de una región particular de la tierra?
El destino de la Amazonia nos interesa a todos, porque todo está interconectado y el cuidado de este precioso “bioma”, que actúa como filtro y nos ayuda a evitar el sobrecalentamiento de la tierra, es fundamental. Por lo tanto, la Amazonia nos concierne a todos muy de cerca. Entonces, vemos de manera especial en esa región del mundo la importancia de la ecología integral que incluye el respeto a la naturaleza y el cuidado de la dignidad humana. El futuro de la Amazonia y el futuro de sus pueblos son, por lo tanto, decisivos para el equilibrio de nuestro planeta. Desde esta perspectiva, es importante permitir que los pueblos indígenas permanezcan en sus territorios y los cuiden. Así como el aspecto educativo es de primordial importancia para promover nuevos comportamientos y nuevos hábitos en las personas. Muchos habitantes de esa zona han asumido las costumbres típicas de las grandes ciudades donde reinan el consumismo y la cultura del descarte.
Llegamos al capítulo cuarto y al sueño “eclesial”. ¿Qué le impresionó de esta parte final de la exhortación?
Representa la mitad de la exhortación y, por lo tanto, cuando el Papa Francisco dice que la dimensión pastoral es lo esencial, que lo comprende todo, lo dice claramente. Me llamó la atención, en primer lugar, la perspectiva misionera: sin el “anuncio apasionado” del Evangelio, los proyectos eclesiales corren el riesgo de convertirse en ONG. El Papa explica que el compromiso en defensa de los pobres, los últimos, de los indígenas, implica el testimonio y la propuesta de amistad con Jesús. El mensaje social incluye el anuncio del Evangelio, y su núcleo, el kerygma, incluye la vida humana, la dignidad humana, la justicia, el cuidado de la casa común. El anuncio de un Dios que ama infinitamente a cada ser humano y que sacrificó por nuestra salvación a su Hijo, Cristo crucificado.
Una palabra recurrente en el capítulo es “inculturación”...
Al proclamar y dar testimonio del Evangelio, se valora todo lo bueno y bello que cada cultura ha producido, llevándolo a su plenitud a la luz de la fe cristiana. El Evangelio se proclama en un lugar, y así se siembra. Al mismo tiempo, la Iglesia aprende y se enriquece en contacto con lo que el Espíritu ya había sembrado en esa cultura particular. El Papa pide que se escuche la voz de los ancianos y que se reconozcan los valores presentes en las comunidades originarias. De hecho, los pueblos aborígenes nos enseñan a ser sobrios, felices con poco, y a sentirnos inmersos en un modo comunitario de vivir la existencia. La inculturación también significa saber recibir algún símbolo autóctono preexistente, sin calificarlo inmediatamente como un error pagano. Los símbolos, las costumbres, las culturas necesitan ciertamente un proceso de purificación y maduración. Pero quien tiene realmente en el corazón el anuncio del Evangelio de Jesucristo trata de responder a las aspiraciones de los pueblos con una espiritualidad inculturada.
Un tema debatido en el Sínodo fue la escasez de sacerdotes en un territorio tan vasto como la Amazonia y la dificultad para muchas comunidades de tener la celebración eucarística. ¿Qué caminos indica la exhortación?
Es necesario ponerse al servicio para llegar a una mayor frecuencia de celebraciones incluso en las zonas más remotas. El Papa recuerda que la forma de configurar el ejercicio del ministerio sacerdotal no es monolítica. Solo el sacerdote puede consagrar la Eucaristía y administrar el sacramento del perdón. Esta necesidad urgente está en el origen del llamamiento de Francisco a todos los obispos para que, además de rezar por las vocaciones, sean más generosos en el envío de aquellos que muestran una vocación misionera, a elegir la Amazonia. También es necesario actuar sobre una formación que sea capaz de dialogar con las culturas autóctonas. Debería haber muchos más diáconos permanentes, y es necesario hacer crecer más el rol de las religiosas y de los laicos.
La exhortación, sin embargo, no abre la posibilidad de ordenar a los hombres casados...
Francisco permaneció fiel a lo que había dicho antes del Sínodo. La posibilidad de ordenar a hombres casados puede ser discutida por la Iglesia. Y ya existe, por ejemplo, en las Iglesias Orientales. Esta discusión ha estado en marcha durante muchos siglos, y el Sínodo la abordó libremente, no en forma aislada, sino en todo el contexto de la vida eucarística y ministerial de la Iglesia. El Papa afirma en su exhortación que el tema no es numérico, y que fomentar una mayor presencia de sacerdotes no sería suficiente. Lo que se necesita es una nueva vida en las comunidades, de un nuevo impulso misionero, de nuevos servicios laicales, de formación permanente, de audacia y creatividad. Lo que se necesita es una presencia capilar de laicos animados con un espíritu misionero, capaces de representar el auténtico rostro de la Iglesia amazónica. De esta manera parece indicarnos que solo así volverán las vocaciones. La Amazonia nos desafía, escribe Francisco, a superar perspectivas limitadas y a no conformarnos con soluciones que permanecen cerradas en aspectos parciales. En otras palabras, la gran cuestión es una experiencia renovada de fe y de anuncio.
¿Y respecto del rol de las mujeres?
El Papa recuerda en el texto que en la Amazonia hay comunidades que durante décadas han transmitido la fe sin sacerdotes, gracias a mujeres fuertes y generosas que, impulsadas por el Espíritu Santo, han bautizado, enseñado el catecismo, enseñado a rezar. Se necesita ampliar la mirada y salir del riesgo del funcionalismo que nos hace pensar en un papel más significativo para la mujer solo si está vinculado al acceso al Orden Sagrado. Es una perspectiva que nos llevaría a clericalizar a las mujeres y terminar empobreciendo su contribución fundamental. Esto lo tenemos que leer en el magisterio amplio del Papa Francisco, que señala la necesidad de separar el poder del ministerio sacerdotal, pues esta combinación es la que da lugar al clericalismo. Esta relación de ministerio y poder, es lo que deja sin voz, sin derechos y sin posibilidad de decidir en muchos casos a las mujeres. Así que no se trata de darles acceso a un ministerio para que tengan voz y voto, sino de separar el poder del ministerio. Por otra parte, debemos sentirnos inspirados por su ejemplo que nos recuerda que el poder en la Iglesia es servicio, es generosidad, es libertad. Es necesario estimular el surgimiento de otros servicios y carismas femeninos. Las mujeres deberían tener acceso —dice el Papa— a funciones y servicios eclesiales que no requieran el Orden Sagrado y que deberían ser estables y reconocidas públicamente con un mandato de parte de los obispos. Quizás es momento de revisar los ministerios laicales que ya existen en la Iglesia, volver a sus fundamentos y actualizarlos, leerlos a la luz de la realidad y la inspiración del Espíritu, y al mismo tiempo ir creando otros nuevos ministerios estables con “un reconocimiento público y el envío por el obispo” (QA 103).
Una última pregunta: ¿Cuál es la relación entre la exhortación y el Documento Final del Sínodo?
El Papa, en la introducción a la exhortación post-sinodal, explica que no quiere reemplazar ni repetir ese documento. Lo presenta oficialmente. Nos invita a leerlo íntegramente. Reza para que toda la Iglesia se deje enriquecer e interpelar por ese trabajo. Y en la Amazonia, que todos los pastores, consagrados, consagradas y fieles laicos se empeñen en su aplicación. Finalmente, que todas las personas de buena voluntad se inspiren en el Documento Final y, por supuesto, en la hermosa Querida Amazonia.
De Alessandro De Carolis
Francesco M. Valiante