Durante la Gran Guerra, las Hermanitas de la Sagrada Familia, fundadas por Doménica Mantovani (1862-1934) con el padre Giuseppe Nascimbeni, fueron empleadas como enfermeras en la guerra junto con miles de religiosas llamadas a brindar ayuda a la población. Conocer su papel es una página de la historia de extraordinaria importancia, demasiado poco estudiada y valorada, que desvela testimonios inéditos de compromiso y espiritualidad. Gracias también a esta experiencia, Mantovani maduró algunos rasgos distintivos que hacen que su mensaje sea particularmente relevante visto a la luz del magisterio del Papa Francisco. Ella resume la vocación de las Hermanitas como “una misión de apostolado de paz y, sobre todo, de caridad entre los niños, junto al lecho de los enfermos y de los queridos ancianos acogidos en nuestras casas”. Esa vocación nos hace pensar en aquella imagen de Iglesia, como hospital de campaña’ que utilizó Bergoglio para indicar la cercanía y proximidad de la comunidad eclesial capaz ‘de sanar las heridas y calentar el corazón de los fieles’.
La delicadeza de madre Doménica para relacionarse con las personas apela a la necesidad que siente hoy el Papa de recuperar la virtud cristiana de la bondad, la disposición a una mística de fraternidad que se nutra de la escucha y la comunión hacia una humanidad perdida (ver la encíclica Fratelli tutti). Con ella, el cuidado se convierte en sacramento, es decir, en signo de la actitud de Dios hacia la humanidad y en un nuevo modelo de relacionalidad. Es el cuidado que ella y sus hermanas pusieron en marcha durante la Primera Guerra Mundial cuando tuvieron que hacer frente a emergencias bélicas; cuando tenían que defender, acoger, alimentar y reconstruir la confianza reeducando en los valores de la vida y en la fe en un Dios que no abandona.
Es el cuidado que Doménica Mantovani ejercitaba como práctica educativa. Son muchos los elementos de profecía que deja como herencia a las Hermanitas: una relación radical con Dios a través de la oración y el silencio, el servicio a los enfermos y a los que sufren entendido como misión, la dignificación del papel femenino en apoyo de la pastoral eclesial, sentirse responsable del bien común, apertura a lo nuevo y capacidad de adaptación, sensibilidad hacia las hermanas para animarlas a estudiar y profesionalizar su trabajo, proximidad a la gente común, y ser memoria de la Sagrada Familia como lugar de encuentro y reconciliación.
El 15 de mayo Doménica Mantovani será canonizada.
de Adriana Valerio
Historiadora y docente de Historia del cristianismo y de las Iglesias en la Universidad Federico II de Nápoles