La audiencia del Pontífice al Consejo nacional de los jóvenes

Hacer red para no perder la capacidad de soñar

 Hacer red para no perder la capacidad de soñar  SPA-047
22 noviembre 2024

s«Es importante saber que los jóvenes italianos saben ser artesanos de esperanza porque son capaces de soñar. ¡No os dejéis robar la esperanza!». El Papa Francisco ha dirigido esta exhortación a un centenar de miembros del Consejo nacional de los jóvenes, que recibió el sábado 16 de noviembre, en la Sala del Consistorio, con ocasión del 20º aniversario del organismo consultivo encargado de representar a los jóvenes con las instituciones italianas.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días y bienvenidos!

Saludo a la presidenta y a todos vosotros del Consejo Nacional de los Jóvenes. Me alegra encontraros con ocasión del 20º aniversario de este organismo: una meta que se convierte en ocasión para seguir comprometiéndose con confianza, antes de que la juventud se vaya.

¡La esperanza no decepciona! Escuchad bien esto: la esperanza no decepciona. Nunca. Con estas palabras convoqué el Jubileo Ordinario del 2025. Me ha gustado leer en vuestra “Cuarta Encuesta del Índice de Confianza” que la esperanza es la actitud interior en la que los jóvenes italianos hoy se reconocen más. Encontramos a menudo personas desalentadas porque miran al futuro con escepticismo y pesimismo. Esas personas con la cara larga, así… el pesimismo. Es importante por tanto saber que los jóvenes italianos saben ser artesanos de esperanza porque son capaces de soñar. Por favor, no perdáis la capacidad de soñar: cuando un joven pierde esta capacidad, no digo que se haga viejo, no, porque los viejos sueñan. Se convierte en un “jubilado de la vida”. Es muy feo. Por favor, jóvenes, no seáis “jubilados de la vida”, y ¡no os dejéis robar la esperanza! ¡Nunca! ¡La esperanza no decepciona nunca!

En el diálogo con las instituciones, vosotros sois el órgano consultivo llamado a representar al mundo juvenil a nivel local, nacional y europeo. Y con tal fin debéis promover la participación activa de los jóvenes, haciendo “red” entre las muchas realidades asociativas inspiradas en valores como la solidaridad y la inclusión. Haciendo “red”, pero también haciendo “ruido”. Es muy importante. En esta tarea - de hacer “red” y de hacer “ruido” – os invito a ser voz de todos, especialmente de quien no tiene voz. Y hoy hay mucha gente que no tiene voz, muchos excluidos, no solo socialmente, por los problemas de pobreza, falta de educación, dictadura de la droga… pero también de aquellos que no saben soñar. Hacer “red” para soñar, y no perder esta capacidad. Soñar.

Como sabemos – también por las noticias de estos días – los desafíos que os conciernen son muchos: la dignidad del trabajo, la familia, la educación, el compromiso cívico, el cuidado de la creación y las nuevas tecnologías. El aumento de actos de violencia y de autolesiones, hasta el gesto más extremo de quitarse la vida, son signos de un malestar preocupante y complejo. Vosotros sabéis que, en el mundo, los suicidios juveniles no se publican todos, se esconden. Es un cambio de época, una metamorfosis no solo cultural sino también antropológica. Por esto es fundamental un camino educativo que involucre a todos. Puedo decir que es necesario una “aldea de la educación” donde, en la diversidad, se comparta el compromiso a generar una red de relaciones humanas y abiertas. Es necesario un pacto, una alianza, entre aquellos que desean poner en el centro a la persona, y al mismo tiempo, están dispuestos a invertir nuevas energías para la formación de quién estará al servicio de la comunidad.

Vosotros estáis llamados a ser testigos de la belleza y de la novedad de la vida. Hay una belleza que va más allá de la apariencia: es la de todo hombre y toda mujer que viven con amor su vocación personal, en el servicio desinteresado a la comunidad, en el trabajo generoso para la felicidad de la familia, en el compromiso gratuito para hacer crecer la amistad social. Descubrir, mostrar y destacar esta belleza significa poner las bases de la solidaridad social y de la cultura del encuentro. Vuestro servicio desinteresado por la verdad y la libertad, por la justicia y la paz, por la familia y la política es la contribución más hermosa y más necesaria que podéis ofrecer a las instituciones para la construcción de una sociedad nueva. Y esto no se hace con las ideas, se hace con las capacidades humanas, todas nuestras capacidades, sin olvidar los “extremos” de la vida. Son dos cosas que os dejo como preguntas: algunos de vosotros – estáis casados, tenéis hijos - ¿vosotros sabéis jugar con los niños? ¿Vosotros sois capaces de perder el tiempo para jugar con vuestros hijos, o con vuestros sobrinos? ¿Sois capaces de esto? Esta capacidad del juego. Y después, otra pregunta: ¿sois capaces de acariciar un anciano? Jugar con los niños y acariciar a los ancianos. Y hoy, en nuestra cultura, los niños se dejan crecer solos, sin ternura, y los ancianos se mandan a residencia, para que mueran ahí… Debemos cambiar: jugar con los niños y acariciar a los ancianos. Y esto hará que vuestra juventud sea fecunda. No olvidéis esto: niños y ancianos.

Permitidme, finalmente, entregaros lo más importante, esa verdad que para un cristiano nunca debería ser silenciada. Es un anuncio que concierne a todos, jóvenes y ancianos, y que siempre necesitamos volver a escuchar: “Dios te ama, sabes”, “Dios te ama”, “Cristo te salva”, “¡Él vive!”. Si Él vive, entonces la esperanza no es vana. El mal, el pesimismo, el escepticismo no tendrán la última palabra. Y muchos jóvenes caen en este escepticismo, incluso sostenido de la droga. Al inicio del ser cristiano no hay una decisión ética o una gran idea, sino que está el encuentro con una persona, el encuentro con Jesús, que da a la vida un nuevo horizonte. La esperanza, el estado de ánimo en el que hoy los jóvenes italianos se reconocen mayormente, para nosotros los cristianos tiene un nombre y un rostro: el rostro del Señor, el rostro de Jesús.

Frente a los desafíos y a las dificultades que podéis encontrar en vuestro trabajo, ¡no temáis! No tengáis miedo de atravesar también los conflictos. Los conflictos nos hacen crecer. Pero no olvidéis que el conflicto es como un laberinto: del laberinto no se puede salir solos, se sale en compañía de otro que nos ayuda. Primero. Y del laberinto se sale desde lo alto. Dejaos ayudar por los otros. Y siempre mirar arriba para que la vida no sea una vuelta laberíntica, que mata la juventud. Envejecer en un laberinto es envejecer en los valores superficiales. Es triste ver a un hombre o una mujer, joven, que vive en la superficialidad. Es muy triste… Hace falta, en vuestra vida – también para atravesar los conflictos – hace falta la paciencia de transformarlos en capacidad de escucha, de reconocimiento del otro, de crecimiento recíproco. Tratar de superar los conflictos es señal de que hemos apuntado más alto, más alto de nuestros intereses particulares, para salir de las arenas movedizas de la enemistad social. Id adelante en vuestro servicio: buscar, custodiar y llevar la voz y la esperanza de los jóvenes italianos en las sedes institucionales para participar juntos al bien común.

Os encomiendo al beato Pier Giorgio Frassati. ¿Lo conocéis? Yo de niño había oído hablar de él, porque mi padre era miembro de Acción Católica. Es un joven como vosotros, que ha testimoniado con la vida la alegría del Evangelio. Os invito a conocerlo e imitar su coherencia y su valentía, su alegría. ¡Buen camino a todos y buen trabajo! Gracias por vuestra visita. Os bendigo de corazón y, por favor, no os olvidéis de rezar por mí. ¡Gracias!