En vista del inminente Jubileo «deseo que todas las realidades diocesanas propietarias de bienes inmuebles ofrezcan su contribución para frenar la emergencia habitacional con signos de caridad y solidaridad, para generar esperanza en los miles de personas de la ciudad de Roma que están en una situación habitacional precaria». Lo ha escrito el Papa en una carta enviada a los superiores de las órdenes religiosas, a los representantes legales de los entes eclesiásticos, a los párrocos y al clero, difundida de forma significativa el día 15 de noviembre, en vísperas de la Jornada mundial de los pobres, que ha llegado a la octava edición.
A los Superiores
de las Órdenes Religiosas
A los representantes
legales de los organismos eclesiásticos
A los párrocos
Al clero
San Juan de Letrán, 8 de noviembre de 2024
Queridos hermanos,
La Iglesia se prepara para celebrar el Jubileo Ordinario del Año 2025, que estará dedicado a la esperanza.
En la Bula de convocación del Jubileo invoqué la esperanza para todos y pedí a todos «ser signos tangibles de esperanza para tantos hermanos y hermanas que viven en condiciones de penuria» (n. 10). En efecto, la esperanza nace del amor y de sentirse amado. Es el amor de Dios el que genera esperanza y el amor de Dios pasa a través de nuestro amor, como dijo el Beato Don Pino Puglisi: «Dios ama siempre a través de alguien». La Iglesia de Roma, a través de las parroquias, las comunidades religiosas, las asociaciones, los movimientos eclesiales y las familias hace tanto por transmitir el amor de Dios, mediante gestos concretos de caridad (a menudo en silencio), y por generar esperanza en la vida de las personas: a cada uno renuevo mi profundo agradecimiento. Así pues, el bien común, en la base del pensamiento social de la Iglesia, resume todas las condiciones que garantizan la dignidad humana que, como varias veces he aclarado, se encarna en tres derechos inviolables: la tierra, el hogar y el trabajo.
Con vistas al Jubileo, he pedido a mi diócesis que preste un signo tangible de atención a la cuestión de la vivienda para que, junto a la acogida que se dará a todos los peregrinos que vendrán, se pongan en marcha formas de protección para quienes no tienen casa o corren el riesgo de perderla. En este sentido, deseo que todas las realidades diocesanas propietarias de bienes inmuebles ofrezcan su contribución para frenar la emergencia habitacional con signos de caridad y solidaridad, para generar esperanza en las miles de personas de la ciudad de Roma que están en una situación habitacional precaria. Instituciones y administraciones de distintos niveles, junto con asociaciones y movimientos populares, se están organizando para reforzar la respuesta de acogida y solidaridad hacia estos hermanos y hermanas, trabajando en colaboración entre las instituciones y la sociedad civil, y la Iglesia está llamada a contribuir.
Por este motivo, hago un llamamiento a todas las realidades eclesiales para que realicen un gesto valiente de amor al prójimo ofreciendo los espacios de los que disponen, especialmente aquellos que disponen de estructuras de alojamiento o de pisos libres.
Las personas que se acojan serán atendidas por las instituciones y los servicios sociales, mientras que las asociaciones y los movimientos populares proporcionarán los servicios personales, las actividades de cuidado y los bienes relacionales que contribuyen de manera fundamental a hacer digna la acogida y a construir la fraternidad.
Quienes estén dispuestos a responder a este llamamiento pueden dirigirse al Vicario General de la Diócesis de Roma, Card. Baldassare Reina.
Les agradezco su generosidad y todo lo que ya están haciendo para transmitir el amor de Dios y generar esperanza en la vida de todos y, en particular, de los más necesitados.
De corazón los bendigo, pidiéndoles que recen por mí.
Fraternalmente,
Francisco